En 1960 se descubrió que la luz del láser de argón era útil para tratar lesiones del fondo de ojo.
El rayo láser se dirige con suma precisión a la zona afectada; dependiendo de la gravedad del problema a tratar, se puede tardar unos minutos o unas horas en conseguir el objetivo propuesto.
Inicialmente se produce un deslumbramiento, debido a la brillantez del rayo láser. Este efecto puede durar hasta media hora.
Una vez finalizado el tratamiento la visión disminuirá un poco, llegando a recuperarse entre dos y seis semanas después.
El éxito de este tramiento depende del problema a tratar, de la capacidad de respuesta del ojo y de la afectación de partida. En casos en los que la retina ya estuviese dañada, el tratamiento detendrá el avance de la enfermedad, en la medida de lo posible.